dijous, 24 de juliol del 2008

Dilema estètic

Fred Astaire o Gene Kelly? Fèlix de Azúa, que quan parla d'estètica és un mestre, analitzava així el dilema:
"Entre Fred Astaire y Gene Kelly las cosas iban en serio. El primero ostentaba el canon de la elegancia, como en otro tiempo aquel Beau Brummel que había logrado imponer la sobriedad en el hábito de los aristócratas ingleses, alejándolos de colorines y afeites. Los movimientos de Astaire respondían a una racionalidad extrema, más próxima a la idealización del cuerpo animal (gacelas, panteras, delfines) que al brutal espasmo peristáltico del proletariado. Su clasicismo era tan sólido, tan pericleo, tan euclídeo, que no sólo se distanciaba de cualquier debilidad romántica sino que las anulaba y arrasaba con una equis de pierna diseñada a tiralíneas. Como no podía ser de otra manera, con su pareja, Ginger Rogers, mantuvo una férrea imagen conyugal a pesar de la atonalidad sexual de todos conocida.
Por el contrario y como puede constatar cualquiera que revise la película antes mencionada (una obra maestra muy parecida a Esperando a Godot), el estilo de Gene Kelly era un ataque salvaje, desalmado, ordinario, contra lo que aún entonces se consideraba "elegancia" y "clasicismo", sin caer tampoco en el romanticismo que arruinaba toda la producción europea, obsesionada con los restos humeantes de la religión cristiana, especialmente entre los ateos. Disfrazado de payaso, de enano, de comparsa en un burlesque, de amante daliniano, de centro topológico en un aparatoso caleidoscopio a lo Busby Berkeley, o de Fred Astaire (a quien parodia en uno de sus innumerables bailes), Gene Kelly era siempre la vanguardia de todo lo que había defendido Nietzsche con su atropellada filosofía, la pura vitalidad destructiva, el dionisismo, la autoparodia, la astucia del músculo, el nihilismo que ama la ternura del caos. Su pareja no era Debbie Reynolds, una virgen de 19 años, sino el psicópata autodestructivo Donald O'Connor.
Si Fred Astaire idealizaba al animal humano, Kelly lo elevaba por encima de cualquier melancolía zoológica. El cuerpo que baila en los números de Kelly es un cuerpo lúcido sobre su poder, sarcástico con la petulancia del poderoso, irónico con la vanidad del apolíneo, despiadado con el grotesco espectáculo de la bondad humana. No con la bondad, sino con el espectáculo de la bondad."